Imagen de la Virgen de los Dolores y la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de los dolores. FOTO: Jesús/alumnos fotografía Zona 5
Ayer, jueves santo 17 de abril, Santander fue el escenario de dos jornadas de profunda emotividad y devoción, donde la fe y la tradición se fundieron en un espectáculo espiritual que dejó huella en el corazón de los presentes.
La venerable procesión de la Santa Vera Cruz y Pasión del Señor arrancó puntualmente a las 20:00 horas en la emblemática Plaza del Ayuntamiento. Con paso solemne y cargado de significado, el recorrido se deslizó por los históricos parajes de Calvo Sotelo, Paseo de Pereda y Pancho Cosío, ofreciendo a los fieles un trayecto de recogimiento sagrado. La coyuntura meteorológica, que en instantes amenazó con enturbiar la jornada, finalmente cedió ante la insistencia del fervor popular, permitiendo que la procesión, considerada la más antigua de la Semana Santa de Santander, llenara las calles de fervor y devoción. En este recorrido, ocho de las diez cofradías de la ciudad se unieron en un despliegue de pasos impresionantes, cada uno esculpido con esmero y tradición, evocando la pasión y el sacrificio del Señor a través de un arte que trasciende el tiempo.
En contraste, y al caer la noche, la espiritualidad se tornó aún más íntima con la celebración de la procesión del Santísimo Cristo de la Paz. Organizada por la ilustre Cofradía de la Salud de Santander, esta caminata de fe comenzó a las 23:59 h en la Parroquia de Consolación y se encaminó por un trazado que invita a la meditación —recorriendo la Calle Alta, la Rampa de Sotileza, la Calle Cádiz, pasando nuevamente por Calvo Sotelo y Alfonso VIII, y continuando por Somorrostro, la Plaza del Obispo Eguino Trecu y al Claustro de la Catedral. En este solemne epílogo de la jornada, los devotos se sumergieron en un ambiente de íntima oración y reflexión, donde cada paso y cada mirada parecía rendir homenaje a un legado espiritual milenario.
La dualidad de estos eventos no solo realzó la diversidad cultural y litúrgica de la Semana Santa en Santander, sino que también evidenció la resiliencia y la pasión de una comunidad que, ante la adversidad, encontró en la fe el consuelo y la fortaleza necesarios para seguir adelante. La interrupción de las lluvias fue vista como un signo providencial, una tregua que permitió el florecimiento de la tradición y el reencuentro de una ciudadanía ávida de espiritualidad y recogimiento en tiempos de incertidumbre.
Este acontecimiento, revestido de un aura casi mística y magistralmente impregnado de historia, se inscribe como un capítulo inolvidable en el calendario de la devoción santanderina. Más allá de su innegable dimensión litúrgica, la jornada se erige como testimonio del poder transformador de la fe, la perseverancia y el compromiso de un pueblo cristiano que celebra, en cada paso, la unión indisoluble entre lo divino y lo humano.
GALERÍA: Gentileza de los alumnos del Centro Fotográfico Zona 5 de Santander
FOTO: Daisuke/alumnos de fotografía Zona 5
FOTO: Jesús/alumnos fotografía Zona 5
FOTO: Francisco/alumnos fotografía Zona 5
FOTO: Jesús/alumnos fotografía Zona 5
FOTO: Milena/alumnos fotografía Zona 5
FOTO: Milena/alumnos fotografía Zona 5
FOTO: Milena/alumnos fotografía zona 5
FOTO: Milena/alumnos fotografía Zona 5
FOTO: Milena/alumnos fotografía Zona 5
FOTO: Milena/alumnos fotografía Zona 5